a las cosas que veo, a los túneles que, por inercia, me obsesionan.
Me voy dando cuenta de la sutil mentira de las horas
y que el tiempo las utiliza para hacerme saltar de la cama.
Y además me protege la idea (como una crema de manos)
de que nunca va ser un problema dermatológico: el frío me resbala.
Y por ese ámbito va supurando mi herida vital;
con este viento de otoño ciñéndome la cara
como un beso de pasión al fondo de otros labios.
Por ese ámbito espero a diario el sosiego
y un poco de suavidad en la rutina de mis pasos
al andar...al descender, a volar bajo contra la ansiedad.
Por la eminente fortuna que me regala el alba cada día,
por las díscolas esencias de alguna niñez revenida,
por el miedo y por las pepitas de oro que encuentro en los amigos,
por la exquisita forma en que me arropan cada noche mis fantasmas
y por las esquinas que doblo a diario sin que sangren.
Por eso me mantengo malamente inhiesto,
aunque se de sobra que estoy hecho
con la ondita de la pedrada en el agua.
Algo inconsistente.