lunes, 27 de noviembre de 2017

EL PASILLO DEL HOSPITAL
Es el pasillo esperanzado anhelo,
un troquel de sumisas obediencias,
de lado a lado sed de peripecias
y, en algún caso, frialdad de hielo.
Aceras calientes, noche y día,
que iluminan de cofia amaneceres,
que administran jeringas y quehaceres
y amamantan la luz del mediodía.
El pasillo es el gozo y la dolencia,
es la entraña, el abrazo y el costal,
el silencio abatido y el sollozo.
Es fragancia y esencia, es la paciencia,
esperar y esperar, con la espera de hospìtal...
y su abismo tan hondo como un pozo.

LA ENCINA Y LA VIDA
La encina que mira tan tan quieta
tiene en las ramas un espejo dulce,
un verde azul que, simplemente me traduce
un solo de soledad sola, sin etiqueta.
Esa encina de romano pedestal señero,
me engaña porque dice que la vida dura,
que tiene el tiempo cuerda que perdura
y que es eterno el aire como eterno enero.
Y aquí está mi padre con su encina a cuestas,
con la terca ilusión de estar inhiesto
mas cayendo en esa hondura tan temida
que, hundiendo pies con botas puestas,
queda el ausente con el traje puesto
y la encina se va andando con la vida.