MI ÚLTIMA
ESPERANZA
Como una
crisálida de viento enamorado;
con esa
sorpresa que abriga tanto pecho rosado en su nacencia,
por esa
fugacidad que da pábulo a las cosas hermosas de la vida;
por tanta
lucidez de Dios y tanto asombro,
por tanta
inquietud y desespero de que, finalmente,
todo será
víctima de un sueño pasajero…
Por tanto
color de boda infinita en mi infinito desamparo,
tú eres,
almendro, mi última esperanza.
Una
ductilidad ansiosa, orquestada en la defensa de mi vida,
un cúmulo de
estrellas deshauciadas, habitantes inmaculados
en brazos de
miel y rotundidad bíblica.
Fenicia cuna
y Persa golondrina en La Fregeneda abrigada,
llegada en
pos de eternas aguas hospitalarias
que amanta
el Duero y acuna el Águeda.
Eres,
almendro, mi última oquedad de fresas donde eludir
el ansia incontrolable de la pena, un refugio
visual,
una mampara
de brezos de luz, un arabesco de colinas
que ilumina
el sinuoso perfil de una primavera
breve,
arquitectura
oronda de soltería poética, quieta y nevada.
Y eres, almendro, mi universo edénico de
víboras y lobos,
una cigüeña
oscura que encampana su vientre
a algún
guerrero de confines infinitos y abisales.
Serás,
almendro –aunque no lo quieras- espejo de mi generación:
vas a
incinerar el soplo que anidan los vientos malos,
a segar la
casta que inocula veneno a la nobleza,
a sentenciar
los avatares que enarbolan las espadas,
a blandir el
verbo, a trasegar la palabra,
a regalar la
pequeña luz de tus bracitos firmes.
Vas a descuajar
la mala hierba. Le darás tu latido.
Te vengo a
ver cada año, cuando abril remoza sangres,
porque tú
eres - ¡y no te olvides!- el cuenco de mi vino,
la fórmula
que tengo para enredar mi alma a tu lamento..
¡Necesito
tus alas!.¡Necesito tu fe!.
Eres mi
última esperanza.
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